Si la felicidad se escapa...

Bailaré con el dolor

Y así estamos.

Verás, un avezado lector de este batiburrillo de incongruencias me escribió por privado y me soltó:

—No busques más, que soy yo quien se va a llevar los cien mil pavos, uno detrás de otro.

Y yo pensé: otro tonto motivao que me va a traer un mierdón de empresa como el sombrero de un picador.

Pero no.
Mi sentido arácnido me falló. Me equivoqué.

Me presentó un empresón.
De esos que te hacen pensar que quizá vale la pena meterse a vivir en un pueblo de esos que nadie quiere.
De los que te hacen sudar la gota gorda… pero también te la secan con billetes.

Para que entiendas el marco temporal: eso fue el 7 de mayo.
Ese tiempo llevamos negociando.
Yo sí, tú no, amiguete.

Y te diré una cosa:
ha sido rápido. Como aquella vez que estuve con… perdón, me desvío.

Sin tiras ni aflojas.
Me presentaron el teaser del proyecto y, la verdad, los números y el sector eran de primera.

Casi 4 kilos en ventas, con un EBITDA que haría llorar de emoción a un auditor de KPMG.
Resultado: un kilito limpio al bolsillo cada año.
Esa es la que me gusta a mí. Y a ti también, amiguete.

El vendedor, un tipo de puta madre.
Listo, humilde, orgulloso de lo que había montado.

Hace 10 años, su mujer lo dejó más tirado que una colilla.
Con un salario de mierda, sin un duro, enamorado de sus hijos…
¿Y qué hizo?
Montó una empresa.
En su pueblo.
Y en 10 años la puso a volar.

Con 50 tacos, quiere venderla y vivir la vida padre, de culo a culo.
Y bien que se lo ha ganado.

Ahí entro yo.
Me enseña su empresa.
Limpia, ordenada, digitalizada.
Un caramelito, como él mismo decía.

Total, que llegamos a un acuerdo de precio, de condiciones.
Todo bien. Todo fluye.
Firmamos. Bueno… yo firmo.

Y ahí…
empiezan los retrasos.

Un día.
Otro.
Otro fin de semana.

Hablo con ellos.

—No te preocupes —me dicen—, que firmamos en breve.
Pero que tienen que hablar con el asesor fiscal.

Y yo ya lo sabía.
Tú no lo sabías, pero yo sí, amiguete.
El deal se iba a la mierda.

Y así fue.

El tipo me llama y me dice que su asesor fiscal le ha hecho números.
Le toca soltar un 22 % del total.
Y que eso es intolerable, que prefiere seguir trabajando antes que pagarle eso a Hacienda.

Y aquí estoy yo.
Con una cara de tonto brutal.
Mi octava LOI fallida.

Mañana como con el pavo. Ya os contaré.

Porque tengo un par de ideas para reducir esa carga fiscal, pero ahora quédate con esto:

Cuando entran asesores, abogados y cuñaos al terreno de juego… agárrate los machos.
Porque les meten en la cabeza demonios que tú no puedes vencer.
Y yo tampoco, amiguete.
Por desgracia para mí, y para el lector que ha perdido 100 k.

Hasta mañana.

Recuerda:

Te llevas 100.000 lerus si me presentas a un empresario zorro plateado que tenga un empresón:

  • Ventas 6 kilos/año, euros directos al taco, dos kilos/año limpio de polvo y paja, desde hace tres años. Que la relación ventas - neto sea de un tercio.

  • Que el dueño esté forrao a romper… recuerda, yo quiero ser ese también.

  • Una empresa sin sucesores y dueño en jubilación.

  • Que tenga muchos clientes, no quiero el clásico que depende de uno grande.

  • Te llevas 100.000 lerus solo si compro esa empresa, si no, te mando un abrazo en video, te lo prometo. Porque puede, que al final no compre un empresón, nunca se sabe lo que puede pasar en la vida.

  • Una empresita es lo mismo pero 10 veces más pequeña, si te quedas por aquí, te enseño a comprar o vender la tuya, y también a buscar el dinero, y a decidir abogados, y en fin a todo, pero quédate y pásale estos a inversores, por si se quieren enterar que esto es más rentable que las startups esas molonas con futbolines y gente dándolo todo de culo a culo.