Momentos duros

24 de diciembre

24 de diciembre,
un hombre millonario,
con una depresión de caballo,
acaricia la tumba de su hija,
muerta hacía meses por una repentina infección pulmonar.

15 minutos antes estaba sentado llorando,
en el salón de su casa, con toda su familia,
preguntándose por qué está celebrando la Navidad
si le falta una mitad de su familia.

Mi (ahora) amigo Benigno (nombre real)
recibió la carta de Lucía,
y no pudo evitar llamarme.

Estuvimos hablando una hora, sin conocernos,
de su vida, de su negocio,
de lo difícil que había sido para él crear un negocio
a raíz de los productos que hacía su madre.

Hablamos de muchas cosas,
pero de lo que más hablamos
fue de los 4 años que pasó en el desierto de la soledad,
tirado en una cuneta sentimental
tras la muerte repentina de su hija de 15 años.

Benigno me jodió la mañana de trabajo,
para qué te voy a engañar.
Su llamada me dejó en fuera de juego,
cuando lanzas una campaña de marketing
no esperas escuchar a un millonario llorar durante 15 minutos,
hasta hacerte llorar a ti.

Benigno me dijo que no quería vender su empresa,
pero quería conocerme,
enseñarme su negocio, su ciudad, su pazo, sus vinos,
y lo bien que estaba ahora.

Y una polla,
de esas no te recuperas nunca, jamás.

Fui a verle,
cómo no.
Y me enseñó su fábrica:
un pepino trabajando a 4 turnos,
pedazo de margen de beneficios,
cero desperdicios,
por mi madre, TODO era perfecto.

Y no solo eso:
el puto Benigno sabía manejar las máquinas
y los programas que los gobernaban.

Tras la visita a la fábrica,
se sentó en su PC,
nada de despacho:
la gestión de Benigno es más moderna que la de Google.

Y empezó a enseñarme números,
pero no de cualquier manera, no...
Tenía la contabilidad de todas sus empresas
digitalizada, consolidada, normalizada.

Joder, Benigno es una bestia,
y yo le conocí, yo sí, tú no, amiguete.

Nos sentamos a cenar.
No necesitaba impresionarme.
Me llevó a un sitio mítico del casco antiguo,
eran clientes de su bodega.
Benigno tiene plata para tostar una vaca con billetes de 500 a fuego lento.

Allí hablamos de dos cosas:

  1. De su depresión, pechá de llorar.

  2. De que yo no iba a poder comprarle el negocio.
    Es perfecto,
    y como gerente, jamás sería mejor que él.

“Mal alumno el que no supera a su maestro.”
Y con este yo lo tenía claro:
Benigno es perfecto, sin duda,
y yo no podría ser mejor que la perfección.

A veces no todo son negocios desastrosos,
hay sitios que son la polla.

Y en el negocio de Benigno,
para crecer,
había que montar otra fábrica y buscar más clientes.

No digo que no se pueda hacer,
digo que no es el trabajo ideal para un nuevo gestor.

Hasta mañana.

Recuerda:

Te llevas 100.000 lerus si me presentas a un empresario zorro plateado que tenga un empresón:

  • Ventas 6 kilos/año, euros directos al taco, dos kilos/año limpio de polvo y paja, desde hace tres años. Que la relación ventas - neto sea de un tercio.

  • Que el dueño esté forrao a romper… recuerda, yo quiero ser ese también.

  • Una empresa sin sucesores y dueño en jubilación.

  • Que tenga muchos clientes, no quiero el clásico que depende de uno grande.

  • Te llevas 100.000 lerus solo si compro esa empresa, si no, te mando un abrazo en video, te lo prometo. Porque puede, que al final no compre un empresón, nunca se sabe lo que puede pasar en la vida.

  • Una empresita es lo mismo pero 10 veces más pequeña, si te quedas por aquí, te enseño a comprar o vender la tuya, y también a buscar el dinero, y a decidir abogados, y en fin a todo, pero quédate y pásale estos a inversores, por si se quieren enterar que esto es más rentable que las startups esas molonas con futbolines y gente dándolo todo de culo a culo.