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Maldito viejo
Cara arrugada, con ojos de cangrejo
Cara arrugada, con ojos de cangrejo y la pata hinchada…
Sí, esa es la correcta descripción del último mierdecilla que mandé a la mierda.
Pero esta vez, a mi estilo:
no entré al trapo.
A este le dejé el email sin responder:
ni teléfono, ni WhatsApp, ni señales de humo,
ni pollas en vinagre.
Aquí, de lo que se trata es de ser el sucesor de alguien.
Y si ese alguien es un trápala,
yo no quiero suceder a un trápala.
Eso me pasó hace tres meses.
Con todo más que acordado,
me subió dos kilos el precio de su empresa.
Ahí no me dio un ataque de ira
porque ya me había dado antes,
en otro negocio,
y fue con un cambio de abogado,
de Málaga a Malagón.
Ahí estaba yo.
Me las planeaba muy felices.
Había hecho un trabajazo durante los últimos seis meses.
Cerrar la venta de una empresa de ese tamaño no es coser y cantar.
Todo vale caro:
Viajar para ver a inversores
Hacer auditorías de 25 k
Consensuar con todos los abogados un contrato de compra-venta
Convencer al banco de que el proyecto es más que viable
Un sinfín de documentación
Yo qué sé. Es una puta locura infinita.
Y ya sabes: todos quieren ponerse la medalla con el vendedor.
A mí me pasó con un nuevo abogado gilipollas.
Ya estaba todo más que hablado,
pero el tonto de la polla
quiso poner los huevos sobre la mesa.
Y le salió mal.
A día de hoy la empresa sigue sin venderse,
pero a él le da igual:
sigue cobrando su minuta al mes.
Entró como un elefante en una cacharrería.
Escribió al posible comprador sin visitar el negocio físicamente,
ni entender el mercado en el que operaba.
Gente de mierda con la que te va a tocar lidiar.
Este figura, un jueves, me escribió un correo kilométrico en el que, básicamente, y como resumen:
Como entraba de nuevas al deal, todo lo anterior (seis meses de negociaciones) no valía.
Que tenía que pagar 40.000 euros para poder seguir negociando el deal en exclusiva.
Que las comunicaciones solo se hacían con él.
No se volvía a hablar con su cliente personalmente.
Y mira, la verdad,
otra cosa no,
pero ponerle a la gente millones de euros encima de la mesa y luego quitárselos
da muchísima satisfacción.
Porque que te toque el gordo es un evento muy raro,
como para ponerte chulo.
Además, gastarse millones en algo
es una decisión muy jodida
como para tener que hacerlo a disgusto con un macarra felador de requesón.
Y sí,
aquí tienes mi respuesta con copia hasta San Pedro, sin reposar, a lo loco:

Me habría encantado asarlo vivo
e ir comiéndome partes no vitales de su cuerpo mientras todavía agoniza,
pero claro…
el maldito Código Penal defiende a los ministros puteros,
a los abogados ladilla
y a los débiles amigos del tiro por la nuca.
Así que me tuve que conformar con quitarle los millones de encima de la mesa,
y que rogara una reunión a mis abogados.
Pero resulta que no.
Ese día, en esa situación,
mandó mi polla.
La mía si, la tuya no, amiguete.
Hasta mañana.
Recuerda:
Te llevas 100.000 lerus si me presentas a un empresario zorro plateado que tenga un empresón:
Ventas 6 kilos/año, euros directos al taco, dos kilos/año limpio de polvo y paja, desde hace tres años. Que la relación ventas - neto sea de un tercio.
Que el dueño esté forrao a romper… recuerda, yo quiero ser ese también.
Una empresa sin sucesores y dueño en jubilación.
Que tenga muchos clientes, no quiero el clásico que depende de uno grande.
Te llevas 100.000 lerus solo si compro esa empresa, si no, te mando un abrazo en video, te lo prometo. Porque puede, que al final no compre un empresón, nunca se sabe lo que puede pasar en la vida.
Una empresita es lo mismo pero 10 veces más pequeña, si te quedas por aquí, te enseño a comprar o vender la tuya, y también a buscar el dinero, y a decidir abogados, y en fin a todo, pero quédate y pásale estos a inversores, por si se quieren enterar que esto es más rentable que las startups esas molonas con futbolines y gente dándolo todo de culo a culo.