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Lo dejo todo, Pedro.
Me vuelvo a la Fórmula 1.
Estoy hasta los huevos de esta situación tan inestable.
La Fórmula 1 es el único sitio donde he sido feliz trabajando.
Era 16 de febrero y el vendedor pensaba que jugaba con ventaja.
Se creía un hijo de puta muy listo.
Pero yo sé ver a un sádico a kilómetros. Yo sí, tú no, amiguete.
Todo le había salido bien usando la técnica del vendedor de enciclopedias de los 80.
Pero claro… mi padre trabajaba en Círculo de Lectores y yo le preparaba folletos de propaganda para conseguir clientes.
Después de almorzar con el vendedor y su gerente, estaban eufóricos.
Su EBITDA había tocado techo: 2 millones.
Un tercio de su facturación.
Y sin deuda.
Estábamos bajo LOI, 5 veces EBITDA, en exclusiva, y me daba financiación.
No estaba mal.
Pero hubo algo en ese almuerzo que me hizo dudar.
A ese cabrón le goteaba el colmillo.
Porque había caído en mi trampa.
Yo siempre parezco tonto de buena gente soy…
pero ojo, spoiler: ser buena gente es una elección.
Solo quien sabe que puede ser un auténtico depredador y elige el buen camino, es buena gente.
Yo ya sabía que ese trato no se haría.
El dueño era avaricioso y juguetón.
Llegué al hotel y llamé a mi amigo Pedro Gómez, el patriarca.
Como lo conocemos: ha echado más polvos que Julio Iglesias.
No tengo pruebas, pero tampoco dudas.
La sonrisa de su mujer los delata.
—Pedro, estoy hasta la polla. Lo dejo todo.
Quiero ser empleado, buen sueldo, empresa decente…
y cuando vuelva a casa, estar tranquilo con mis hijas.
Sin mirar el móvil, esperando un sí de alguien con principios que quiera vender su empresa.
Pedro me abrió las puertas de volver.
Ya veremos cómo acaba ese capítulo.
El lunes, para que el vendedor siguiera pensando que soy retrasado, me reuní con el gerente.
Le pregunté todo lo necesario.
Y por la tarde, organicé reunión con todos los responsables de la due diligence.
Todo en orden.
Todos felices.
Ese mismo lunes cenamos como bestias, celebrando la próxima transición.
Él sabía que yo tenía una necesidad imperiosa de comprar una empresa…
pero no sabía que soy más duro que Chuck Norris después de meterse una raya de un gramo.
En la cena presumió de cómo se las gasta con proveedores, de cómo consigue lo que quiere, de los huevos que tiene y de su escasa necesidad de dinero.
Según él, le sobraba.
Al día siguiente me recogió para desayunar, antes de volar.
Ahí le di la puntilla.
Me pidió que no contara nada porque su hija —responsable de RR. HH.— y su yerno —un crack mundial y gerente— estaban esperando el segundo hijo.
Durante el almuerzo del día anterior, el gerente me había confesado que, si algún día tenía un segundo hijo, le dedicaría todo el tiempo del mundo.
Porque al primero se lo perdió levantando la empresa de su puto suegro sádico, chillón y maleducado.
Ya tenía todos los datos:
Dueño quiere vender.
Gerente quiere vacaciones largas con su segundo hijo.
La hija trabaja en la empresa.
Todo en tiempo para hacer una transición perfecta.
En seis meses yo sería gerente.
Ellos, con 10 kilos en el banco, esperando el bebé.
De camino al aeropuerto me dijo:
—Te noto nervioso, Víctor. Estate tranquilo, ya verás cómo tus inversores te apoyan en este proyecto.
—Sí, seguro —le respondí—, pero me juego mucho y nunca me gusta dar nada por hecho. Hasta que no salga del notario con la firma de los dos, no me creo nada.
Eso fue el martes.
El viernes, a las 14:00, recibo un email:
subida de precio de 2 millones de euros.
Más de 300 millones de pesetas.
Un email para pedir un aumento del 20 %.
Ni reunión.
Ni llamada.
Cuando vas sobrado, pierdes las formas.
Como yo, que no respondí ni al correo, ni al email, ni retomé el contacto.
No estoy orgulloso.
Pero esto no es catequesis.
Esto es la jodida UFC.
Me gustaría que los dos saliéramos de la jaula con el cinturón de campeón…
pero la realidad es que el win-win es solo para las comedias románticas.
Me armé de valor y, en vez de volver a la Fórmula 1, volví a buscar una empresa que comprar.
Tuve suerte.
Me llegaron dos.
Una se cayó en julio.
Y la siguiente… estoy dispuesto a darlo todo para que funcione.
Keep pushing.
Hasta mañana.


Julio fue el broker de la operacion, por respeto, dejaremos que siga llamándose Juan el dueño.
Recuerda:
Te llevas 100.000 lerus si me presentas a un empresario zorro plateado que tenga un empresón:
Ventas 6 kilos/año, euros directos al taco, dos kilos/año limpio de polvo y paja, desde hace tres años. Que la relación ventas - neto sea de un tercio.
Que el dueño esté forrao a romper… recuerda, yo quiero ser ese también.
Una empresa sin sucesores y dueño en jubilación.
Que tenga muchos clientes, no quiero el clásico que depende de uno grande.
Te llevas 100.000 lerus solo si compro esa empresa, si no, te mando un abrazo en video, te lo prometo. Porque puede, que al final no compre un empresón, nunca se sabe lo que puede pasar en la vida.
Una empresita es lo mismo pero 10 veces más pequeña, si te quedas por aquí, te enseño a comprar o vender la tuya, y también a buscar el dinero, y a decidir abogados, y en fin a todo, pero quédate y pásale estos a inversores, por si se quieren enterar que esto es más rentable que las startups esas molonas con futbolines y gente dándolo todo de culo a culo.